lunes, 30 de diciembre de 2013

¡Ya van cuatro! La historia de Erik

Tengo en mente escribir esto hace días pero el día es hoy. Y lo hubiera hecho antes pero mi cuerpo no parece colaborar mucho así que aquí me tenéis un poco tarde pero dicen que más vale tarde que nunca así que esta vez espero que sea cierto.

Hoy hace cuatro años había viajado con mi madre a Valencia para estar presente en uno de acontecimientos que más ilusión me han hecho en mi vida, ver nacer a mi sobrino Erik.

Llegamos el día de antes, mi hermana estaba cansada y pegaba botes con las contracciones y las patadas del peque que ya estaba intentando salir hacía días. Aquella noche se fueron ella y mi cuñado al hospital porque por la mañana le iban a provocar el parto.

Creo que era antes de las 7 de la mañana cuando ya estábamos en el hospital mi madre, la madre de mi cuñado y yo. Mi hermana estaba en la sala de dilatación y pudimos entrar a verla por turnos. Alucinante escuchar el corazón del peque a toda pastilla y ver a mi enana allí tumbada. No quería irme pero tuve que hacerlo, claro. El instinto protector de una hermana mayor con la pequeña, o al menos el mío, excede cualquier límite así que no os puedo explicar lo que sentí. Sufrimos hasta que por fin descubrieron que igual que mi madre, el canal de parto no era lo bastante ancho y había que hacer cesárea. Fueron 15 o 20 minutos muy largos hasta que de repente la vimos salir en la camilla con su precioso bebé en brazos. Y yo empecé a llorar de la emoción y de los nervios de ver a mi enana tan débil.

Esta es una de las primeras fotos que le hice al recién llegado al mundo.


No podía dejar de mirarlo, era la perfección absoluta. Le hice miles de fotos con la cámara que me llevé y menos mal que lo hice porque sus papis no la habían cogido. Es una pena perderse esos momentos. No porque se olviden, sino para recordarlos mejor.

A partir de ahí me centré en cuidarlos a los dos, sobre todo a mi enana que era la que más lo necesitaba pero sin dejar de mirar al nuevo ser por el que haría lo que fuera. También tuvimos nuestros momentos de intimidad él y yo...



Después de eso tuvimos que volver a Barcelona y fui a verle en varias ocasiones, cuando podía. El tiempo vuela y los peques crecen rápido. Pronto llegaron las primeras Navidades juntos.




Yo que soy la persona a la que menos gusta jugar del mundo, he jugado con él a todo, me he tirado por el suelo, he subido a los columpios y atracciones del parque, he chutado un balón, le he cogido en brazos y hecho todo lo que le hacía a su madre de peque un millón de veces seguidas... ¡y me sale solo!


Cuando fuimos a verte a Valencia esta primavera me encantó llevarte a ver los peces, invitarte a comer en el McDonalds, cogerte y consolarte cuando te caíste y que te abrazaras a mí tan fuerte, no ser una extraña para ti sino tu tía Noe como si nos viéramos todos los días. Me hiciste inmensamente feliz.


Te has convertido en un niño cada día más precioso y cotorro igual que yo, dices cosas que nadie espera que un enano como tú diga, eres dulce y educado y sensible, obediente y muy bueno. Te echo de menos todos y cada uno de los días y cuando estamos juntos el tiempo vuela, desaparece y siempre me parece demasiado poco. Vas a ser un hermano mayor increíble. Marc tendrá mucha, muchísima suerte contigo.

Gracias por todos esos momentos, gracias por llegar al mundo hoy hace cuatro años y hacerme tan inmensamente feliz. Sigue contagiando con tu sonrisa a todos los que te rodean y sigue siendo mi enano siempre, por muchos años que pasen. Te quiero, Erik.

¡Feliz cumpleaños!





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