martes, 18 de noviembre de 2014

Sé tu mejor maestro

Era una semana de esas chungas en la que se te juntan cosas. En realidad todo este año está siendo un poco así. Cuando no es una cosa es otra y cuando no, esa misma cosa con otro nombre.

El caso es que a mi forma de ver las cosas pasan cuando tienen que pasar y porque tienen que pasar. Llámale destino, llámale X. Y en este caso lo que me pasó es el yoga.


Hace muchos años ya, más de los que me apetece contar, una compañera de trabajo me dijo que si la acompañaba a una clase de yoga. Siempre me había llamado la atención, así que fui. Y me encantó. Pero justo aquella también fue una época digamos complicada de mi vida (¿esto alguna vez no lo es?, en serio) y no pude empezar o seguir o lo que sea.

Después de aquello siempre había épocas en las que buscaba escuelas en Barcelona y pedía opinión a quienes conocía. Porque sí, amigos, no me sirve cualquiera. Y lo mismo me pasa con un ginecólogo, un abogado, un contable o un psicólogo.

Desde que vivo en este pueblo, hace cuatro años, también he buscado la forma y descubrí una escuela de yoga, Ashram, que está en Caldes de Montbui, el pueblo de al lado. Pero nunca era el momento, siempre había alguna excusa.

Aquella semana de finales de septiembre, como decía, llegué a un punto de esos a los que a veces llego, un punto de: hay que hacer algo, ya. Y volví a aquella web, la de la escuela, y miré los horarios de clase por enésima vez. Y me dije, no pierdes nada. Así que un día decidimos ir a verla.




Nada más entrar allí la energía cambia. Tal vez sea el silencio, el olor a incienso, un olor que a mí me lleva a Japón y a los templos que tanta calma me transmiten, o tal vez sea que te reciben con una sonrisa aunque no sepan quién eres. Y te hablan en voz baja, algo que también echaba mucho de menos.

Casualidades (o no) de la vida, durante la explicación que Ajna (una de las maestras de la escuela) nos hizo de lo que es el yoga y de cómo es la escuela, me enteré de que ese mismo viernes (esto era un miércoles) había un curso de iniciación al Kriya Yoga.

Para no aburriros demasiado os diré que el Kriya Yoga es la base, el tronco y las raíces del yoga. La meditación. Kriya es purificación, limpieza. Eso es lo que el mantra que la maestra experimentada te da, el tuyo y sólo tuyo, único e intransferible, hace por ti.

Así dicho suena muy místico y seguramente mucha gente diga: estás zumbada, Noe.
No intento convencer a nadie.

Sólo sé que mi corazón me dijo que tenía que hacerlo. No sabía si haría Hatha Yoga (el de las posturitas que la gente suele conocer) pero sabía que necesitaba hacer ese curso. Y lo hice. El viernes a las 8 de la mañana allí estaba yo con 7 flores (elegí 6 gerberas y una rosa roja) y muchas ganas. E ilusión. Y la convicción de que aquello era lo que necesitaba. Y lo era.



La maestra me dijo muchas cosas en la media hora que estuvo conmigo. Entre ellas que nosotros debemos ser nuestro mejor maestro. Y lo somos. Siempre lo he creído. Aquello iba bien. Me dio mi mantra y en los 15 minutos siguientes hice la que sería mi primera interiorización (inter para los amigos). Fue muy emocionante. Aquel día mi vida empezaba a cambiar para mejor.

Tras eso, tres días de puesta en común con el resto de compañeros que hicieron lo mismo que yo (y que venían de bastante lejos en algunos casos) en días lo bastante separados como para poder comentar problemas y dudas en nuestros 30 minutos de inter al día (15 por la mañana y 15 por la noche) , y a partir de aquí a seguir. A meditar se aprende meditando.

Me estoy alargando más de lo que pretendía pero, ¿qué más da? En el fondo escribo esto para mí.

He aprendido muchas cosas de mí misma desde entonces, muchas cosas que poco a poco me han cambiado la forma de ver lo que me rodea, de sentir lo que me ocurre.

El Hatha Yoga, que empecé a la semana siguiente, es la clave que le da sentido a lo que empecé con el Kriya Yoga. El yoga es, entre otras muchas cosas, el escucharse a uno mismo, el dejar que nuestro cuerpo sea libre, que sea lo que puede ser. Esta filosofía no puede ser más yo. Cuando estoy en clase estoy sola conmigo misma, es algo que hago por y para mí. Cuando salgo, además de todos los beneficios físicos que siento desde el minuto uno, está mi mente. Mi mente ordenada, relajada, consciente.

Sólo he dado un paso en el camino pero sé que es mi camino. Conmigo misma.



Me visto de blanco, entro en la sala de meditación antes de clase y luego en clase con una sonrisa. Preparo mi esterilla, empiezo a calentar... y el mundo como lo conocemos desaparece un rato para ser MI mundo.

Todos deberíamos, sea como sea, poder tener acceso a nuestro mundo, porque existe y a veces no le hacemos hueco en nuestras vidas repletas de obligaciones, de estrés, de exigencia.
Yo me alegro de haber descubierto la puerta escondida que va a dar al mío. Y no pienso perderla de vista porque si no estás bien contigo mismo no puedes estar bien con lo que te rodea.
Y yo quiero estar bien.

1 comentario:

  1. "Esta filosofía no puede ser más yo", desde luego, y por eso te estaba esperando. Se nota en tus palabras tanto que lo único que se me ocurre decirte es: bien hecho, señorita.

    Si hablas más de ello, estaré muy atenta, que lo sepas.

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