jueves, 9 de enero de 2014

Las palabras

Las palabras y yo siempre hemos tenido una relación muy especial. 

No me recuerdo sin escribir. Me recuerdo copiando libros de la enciclopedia que había en casa porque me gustaba la sensación de tener delante un texto escrito por mí. En el colegio se dieron cuenta y en segundo de EGB publicaron mi primer texto en la revista que aún conservo. Hubo más después. No me consideraba especial ni me considero especial ahora. Sólo sé que necesito las palabras para vivir y que ellas me responden siempre.

Ya de más mayor descubrí la poesía y durante años era casi lo único que escribía. También están guardados esos textos y leerlos me llena de nostalgia. Amores tempranos, imposibles, miradas que se cruzaban en mi camino y mi querido mar azul juntándose con el cielo. Palabras con rima.



No se me daban bien los textos largos, tal vez porque era demasiado impaciente y enseguida buscaba el final. Eso ha ido cambiando con el tiempo. Luego te das cuenta de que la paciencia es algo que nace, no algo que esté ahí siempre. Soy paciente cuando algo me importa más que nada. En esos casos soy capaz de escribir los textos más largos jamás escritos. Páginas y más páginas llenas de palabras.

Las palabras te asaltan cuando menos te lo esperas y te acosan hasta que las pronuncias o las escribes. Hace años lo decía más que lo escribía, ahora me he dado cuenta de que escribir a veces evita que lleguen donde no deberían llegar o en el momento equivocado. A veces mueren antes de salir de mi cuerpo en ninguna forma y eso también es bueno. Pero han existido, dentro de mí.

Mi trabajo son las palabras, soy traductora y también escribo donde me piden que escriba. Tengo la gran suerte de dedicarme a lo que más me gusta. Espero que nadie me arrebate lo que con tanto esfuerzo he conseguido. Quitarme las palabras es quitarme la vida. 



A través de las palabras existen cosas que no pueden existir de otra forma. Con ellas suplo a veces gestos, caricias o abrazos que no puedo dar. Me hacen ver cosas sin verlas, sentir cosas sin sentirlas y me transportan a lugares lejanos sin necesidad de moverme. Son mágicas. 

Las palabras pueden matar, pueden herir, pueden curar, pueden salvar... Lo pueden casi todo. 
Sin ellas no soy nada y ellas sin mi ayuda, sueltas en el espacio de mi mente, tampoco. Son mi pasión más verdadera y profunda, algo que nada ha conseguido arrebatarme hasta ahora. El día que no existan en mi vida será porque yo también habré dejado de existir. 



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